Uno de los momentos que más atesoran las familias son las licenciaturas de cuarto medio de sus hijos e hijas, pues representan el término de una etapa y el inicio de otra llena de sueños. Cynthia Esparza y su gemela Massiel tuvieron esta ceremonia en su liceo de Temuco un 1 de diciembre del 2001, pero a las pocas horas, la alegría de la familia se terminó. La joven de 17 años fue atropellada mientras esperaba un taxi junto a sus compañeros luego de un asado, falleciendo en el lugar.
El criminal conducía su camioneta con 2,45 gramos de alcohol en la sangre, llevando cajas de vino en el asiento del copiloto y portando documentos posiblemente adulterados, pues en noviembre, y tras ser encontrado conduciendo en estado de ebriedad, la justicia le quitó su licencia.
Este es el doloroso relato de su madre, la Señora Sonia Morales, quien revive estos años de búsqueda de justicia y de luchar por mantener viva la memoria de Cynthia, mientras se aferra a la secreta esperanza de que ninguna otra familia deba pasar por el dolor que ellos enfrentan día a día.
“Mi hija terminó el día más feliz de su vida muerta por culpa de un criminal borracho”
“Mis hijas el 1 de diciembre del 2001 se licenciaron de Cuarto Medio. Cynthia, mi lola a la que mataron tenía una gemela, Massiel, que sobrevivió al accidente.
Esa tarde habían ido a la casa del papá de una compañera que hizo asado de cordero para celebrar la licenciatura y después de eso, salieron hasta la carretera en grupo para tomar un taxi y venirse de regreso a la casa. Vieron un taxista que venía en sentido contrario que les dijo que daría la vuelta en U para recogerlas, justamente para darle el paso al auto que venía, pero en eso el vehículo los atropelló y me quitó a mi hija.
Ella falleció instantáneamente según me dijeron porque se golpeó muy fuerte la cabeza. La gente de las casas y los departamentos que estaban cerca acudieron a ayudar, pero quien venía manejando trató de escapar y no hizo nada para saber si podía salvarle la vida.
Una de las amigas me llamó y me dijo que mi hija había tenido un accidente y que llevara agua. Pensé que se había incendiado algo con el asado y partí junto a mis hijos mayores con botellas con agua, pero cuando llegué allá había mucha gente, bomberos y carabineros y me quedé sin entender nada hasta que un carabinero se acercó y me dijo que me fuera al hospital para verla. Recién ahí supe que todo eso era a causa de mis hijas, aunque no era verdad que estuviera grave, sino que ella seguía tirada en el piso muerta porque recién a las 4 am levantaron su cuerpo, antes no se pudo pues no había un fiscal disponible.
Massiel no tuvo lesiones en el atropello afortunadamente, pues no sé cómo podría haber seguido viviendo sin mis dos pequeñas, pero otro amigo que las acompañaba estuvo en coma por un mes y otro chico terminó con un brazo fracturado y muchas heridas. Tuvieron suerte si se puede decir “suerte” porque era un grupo de 9 personas, o sea, podría haber sido mucho peor y terminar todos muertos.
Gastón Tagle, el hombre que me mató a mi niña se quiso dar a la fuga. Después, en el proceso en tribunales, él se defendió diciendo que no había sido su culpa, sino que los chicos se tiraron encima de la camioneta, lo que no es cierto y más encima, no quería reconocer que venía con 2,45 gramos de alcohol en la sangre y hasta con cajas de vino dentro de la camioneta.
Esta persona tenía una sentencia del 15 de noviembre por conducir en estado de ebriedad, es decir, no debería haber estado manejando porque no tenía su licencia, pero cuando le quitó la vida a mi hija sí tenía sus documentos. Le pregunté esto que para nosotros fue tan horrible a Rodrigo Mena, que era el fiscal que en ese tiempo llevaba nuestra causa y me dijo que los únicos autorizados para que hayan hecho algo al respecto y ayudarlo eran los jueces así es que por ahí debe haber pasado algo como para que este señor pudiera manejar igual, a pesar de haber cometido un delito.
Para mí todo esto fue tan injusto, que comencé mi propia campaña mandando cartas a todas partes, incluso a los diputados y senadores desde esa fecha, el 2001 para que se cambiara esa ley porque la consideraba tan injusta, pero nadie me hizo caso.
A este hombre le dieron apenas 5 años de presidio y al final, salió libre a los 2 años y medio por buena conducta y como por si fuera poco, estaba en pensionado de la cárcel y no en una celda común, porque hasta en eso hacen diferencias y no los tratan como los verdaderos delincuentes que son.
Ni cuando fue el atropello ni cuando estuvo en la cárcel ni ahora que está libre, jamás hemos recibido ninguna palabra de arrepentimiento, un gesto de pedir disculpas ni suyo ni de su familia. Él puede disfrutar con sus seres queridos y a mí me queda sólo mirar fotos y hacerme a la idea que nunca más la podré abrazar, es más, cada vez que veo a Massiel, espero que entre mi hija Cynthia a la casa y eso es terrible, la recuerdo a cada instante.
No puedo ni siquiera dimensionar lo que vivió su gemela, ellas dormían en la misma pieza, iban al mismo colegio, usaban la misma talla de ropa y era tan difícil diferenciarlas que al final optamos por decirles simplemente gemelas y no sus nombres. Mi hija quedó destrozada y yo tan mal que tampoco podía sostenerla.
Cuando ella falleció yo no lo podía creer, pero a la vez fue bonito porque vino tanta gente a la casa, sus compañeros, amigos y profesores para hablarme de lo buena que fue mi Cynthia, incluso, me llegó una carta de la Ministra de Educación de la época lamentando su muerte. Eso lo atesoro hasta el día de hoy porque es una ayuda para mí para que nadie olvide los 17 años que la tuvimos con nosotros.
Cada día para mí levantarme es un sacrificio, pero a la vez es un logro porque todavía sigo con psiquiatras y psicólogos. No estoy bien… hay semanas en que un día me siento con ánimo y en los otros sólo lloro y quisiera tenerla conmigo. No me da el ánimo ni para salir a la calle, porque la gente cree que como han pasado varios años la pena se me debería pasar y no es así; sigo dependiendo de pastillas para dormir o si no es imposible. Mi familia desde ese día se rompió y siempre nos va a faltar ella, es irreemplazable.
Ahora, después de tantos años de pedirlo, veo que está la Ley Emilia que para mí es un gran avance, pero siento que las penas deben ser mayores. Los que no están de acuerdo con eso es porque o toman y manejan, o no han pasado por la pena que tenemos en mi familia y por eso no lo quieren entender. Un buen ejemplo sería que a la primera multa por conducir en estado de ebriedad se les quite para siempre su licencia de conducir, sin importar si causó o no un accidente, porque ya se ve que son unos irresponsables.
Pagar una multa o tener reclusión nocturna no es suficiente, porque nada de eso llena el vacío de perder a un familiar que amas o de vivir con temor a tener nuevamente un atropello o un choque cuando uno no tiene la culpa.
Yo les diría a todos que antes de tomar una copa, piensen si es necesario manejar, porque con sólo hacer eso, pueden convertirse en asesinos. Es mentira eso de “curado manejo mejor”, pero la gente le hace el quite y no lo quieren entender. Ellos pueden chocar, quedar mal o incluso morir también, pero ¿ y si no es así?, ¿ y si a los días ya pueden estar con sus familias y a nosotros nos dejan sin nuestros hijos?. Es cruel y nunca me voy a poder recuperar de esto y seguiré denunciando y apoyando para que nadie más pase por lo mismo.
Macarena Benítez Espinoza.
Periodista Fundación Emilia Silva Figueroa, Víctimas de Accidentes.