A un mes del siniestro vial que le quitó la vida de su hijo, José Luis Castillo, ex arquero de fútbol profesional, debe enfrentar la indiferencia de las autoridades y las posibles irregularidades de un juicio en desarrollo.
Jose Luis Castillo ha defendido a Antofagasta como arquero de futbol en equipos profesionales y amateurs. Es antofagastino de toda la vida y por eso le duele sentir que la ciudad y sus autoridades le han dado la espalda.
José Luis perdió a su hijo del mismo nombre, la madrugada del 4 de septiembre. A eso de las 4 de la madrugada, en la intersección de Pisagua con Avenida Pérez Zujovic, fue arrollado por un militar. «No recuerdo su nombre y la verdad no quiero recordarlo» dice al referirse al hombre que iba manejando esa noche. Su hijó murió en el lugar, el conductor resultó con heridas leves. «Este militar corre en carreras clandestinas, con autos enchulados, alcohol, marihuana, música a todo volumen. Ese sábado estuvo desde las 4 de la tarde tomando hasta las 4 de la mañana en que mató a mi hijo, venía de hacer carreras», afirma José Luis.
Siguiendo con su relato, dice que cuando él llegó, el conductor ya había sido detenido por Carabineros, pero que los testigos le habían dicho que cuando salió del auto, no se podía parar de borracho. Por eso, a la desolasión por la pérdida de su hijo, se agregó de inmediato la preocupación cuando vio que el alcohotest (que mide la presencia de alcohol en los pulmones) que le tomaron en el lugar, marcaba 0,32. «Era imposible. Eso es como tomarse media cerveza y el tipo estaba borracho» asegura.
A partir de ese momento comprendió que iba a tener que dar una pelea doble por obtener justicia por la muerte de su hijo. Porque la persona que lo habia atropellado pertenece al Ejército. «Estaría mucho más tranquilo si lo hubiera atropellado una persona común y corriente», afirma. Y prosigue «El padre, que también es militar, no va a dejar que su hijo termine preso. Y desde el 73 hemos visto cómo los militares hacen abuso de poder contra el ciudadano común, se cubren entre ellos, se protegen. Por eso quiero la mayor cantidad de ojos en este proceso para que se haga bien».
Además de lo bajo del registro del acohotest practicado en el lugar, José Luis revela otro hecho que le genera inquietud: ha pasado más de un mes del siniestro vial y ni el conductor, ni sus familiares, ni amigos se han acercado a él.
«En ningún minuto ha intentado acercarse a mí, ni a la familia. Ni él, ni los papás, ni la institución. Nadie se ha acercado a dar el pésame o pedir disculpas y eso habla muy mal de una entidad tan grande como el Ejército».
Con esos antecedentes, dice tener motivos suficientes para estar inquieto. Por estos días debería llegar la alcoholemia que indicará el grado de alcohol en la sangre.
«Esperamos que venga limpia, porque esa va a Santiago y hemos visto cómo los militares mueven influencias» dice con preocupación.
En medio de sus preocupaciones, nos sorprende por la entereza y la fuerza con la que habla de su hijo asesinado: «José Luis estaba preparando el cuarto cumpleaños de su hija Martina. Estaba muy contento porque ese mismo día se había reconciliado con su esposa, de la que estaba separado y habían acordado volver a vivir juntos. Trabajaba como bodeguero en una obra del Hospital nuevo en Antofagasta. Era alegre y contagiaba su alegría de vivir. Tiene un hermano gemelo, José Manuel y tenía muchas amistades y era un gran anfitrión. Por eso llegó mucha gente joven al funeral», cuenta José Luis. Revela además que aunque no era deportista, lo acompañaba a él a todas las canchas en las que le tocaba jugar. «Se metía en los camarines, era muy entusiasta, muy hincha del fútbol, muy metido en el tema deportivo. Irradiaba cercanía, amistad, alegría, era muy preocupado por los detalles».
Como una especie de mala broma del destino, el funeral de José Luis se realizó el mismo día del cumpleaños de su hija. El mismo día en que el conductor que lo atropelló salía en libertad bajo fianza y se iba para su casa. Actualmente no está preso.
Hoy José Luis tiene muy claro lo que espera de la Justicia: «que actúe como corresponde, que los trámites sean limpios. Ojalá el fiscal se ponga la mano en el corazón y haga las pericias de acuerdo a lo que él estime conveniente para llegar a una condena, que no se deje embaucar ni presionar».
Actualmente hay una investigación en curso sobre el siniestro vial. Una investigación que dura 100 días. José Luis debe esperar. Mientras, se da el tiempo para agradecer: «el ex alcalde de Antofagasta, Daniel Adaros fue el único que se acercó y me ofreció ayuda. También la Fundación Emilia, que el segundo día se contactó conmigo para ofrecerme ayuda. Estoy muy agradecido de ellos, al igual que la Corporación CAVI. Del resto, ningún político que está en la calle ofreciéndote gorros para que voten por ellos, se ha acercado, ni siquiera a preguntar. Son súper fríos, cuando la gente los necesita no están. Esto habla muy mal de estos politicos antofagastinos», y eso, para un antofagastino de corazón, es particularmente doloroso.
Al finalizar, reflexiona: «Para matar a una persona uno puede tener varios implementos: un cuchillo, una pistola, un arma punzante, pero también puedes usar tu automovil. Cuando una persona mata a alguien, debe ser procesado y condenado y debe quedar en su hoja de vida. Me gustaría que al conductor que mató a mi hijo, le quitaran la licencia de por vida. Porque esa persona tiene un problema de conducta y puede volver a matar a otra persona. Lo que le pasó a mi hijo tiene que servir como ejemplo, para que no se pueda exponer a otra persona a una situación como ésta. Espero que la Ley Emilia se aplique con el rigor que tiene».